La moda ha sido capturada desde siempre, ya sea desde casas reales con pinturas al óleo o interesantes imágenes, como cuando inició la fotográfia y el cine, con las que se procedió a la documentación de las mismas en curioso negativos. Sin mencionar la era digital en la que la velocidad de la cámara y la conexión se ha vuelto relevante en el proceso.

Pero en ciertos ejemplos muy escasos, hablar de algo que capture la atención rara vez se convierte en algo que siga siendo cautivador con el paso del tiempo, pero este es un caso sumamemente particular cuando se habla de Coco chanel, la mujer que trascendió tanto esta como muchas otras limitaciones. Ella tuvo un gran éxito en representar (y coser) la estética de sus tiempos: su propia estética, se hizo de un nombre portando sus creaciones, con la romesa de que no importara cuanto tiempo pasara, Coco Chanel siempre sería moderna.

Esto abarca a sus aromas, que desde la herencia dejada por el gran Chanel Número 5, se ha mantenido una primicia: ser el aroma de una mujer que nose deja definir por nadie más que por ella misma, ser la escoge la dirección de su vida y cumple con los más imposibles y magníficos sueños. La prueba de eso en el siglo XXI, ha sido transmitida a través del jardín de flores blancas del perfume Gabrielle Chanel (un encanto a los sentidos).

Ella se unió a la lucha de la emancipación femenina, se libró del corset para dar una cómoda libertad a la mujer: por fin eran dueñas de ellas mismas. Coco Chanel por un tiempo tuvo su mirada en las innovaciones de la moda, pero lo cierto es que ella descubrió que lo que a ella le gustaba y le acomodaba, era lo que le acomodaba al resto de las mujeres. Coco Chanel es símbolo de la vigencia de lo clásico, de que la rebeldía de construir tus propios ideales puede no ser bien visto, pero eso no significa que no sea correcto. Chanel nos reitera que el mundo es de los que se arriesgan.